(William Arsenio Pereira)
La risotada del risoto
no me amilanó, Rosita.
Todavía no logramos nada,
arengué a mis compañeros
de fórmula:
(Todos podemos ser parte de una
fórmula, un ensayo o el error
de un poema equivocado)
El risoto mantenía su actitud
desafiante, aunque no se pronunciaba.
Estaba como ausente, sumido en un
silencio sospechoso, como todos.
Quise resetearlo pero fracasé; ni
siquiera pude resetear su risita
arrisotada.
¡Quien fracasa no está muerto,
compañeros!
Sólo los vivos fracasamos, la muerte
no conoce el fracaso. Sabemos que
podemos volver a fracasar, pero cada
fracaso es irrepetible y único.
El risoto, impertérrito, no se manifestó
¿Esperaba una reacción proporcional?
Entre nosotros reinaba la unidad
y primaba la cautela, tenemos códigos:
Nadie festeja una burla, aunque se trate
de un vulgar risoto en tránsito.
Siempre fui reacio a la emoción
injustificada y siempre me resistí
a recitarme, lo mismo que a citarme:
Odio a los que se citan a sí mismos,
a mi no me excita hablar de mi, Rosita
y esta vez no iba a ser una excepción
que pudiera provocar otra risotada
del risoto.
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