(Emelio Casenave)
Una lágrima desciende,
se desliza y
cae.
Va cayendo la lágrima
por la mejilla del mejillón.
¿Una lágrima de amor?
¿Quién podría afirmar lo
contrario?
No termina de caer:
los mejillones son así,
resbalosos a la hora
de caer.
No importa la ocasión,
caerá una y otra vez
cuando escuchés esta canción:
La gravedad es así, una lágrima
de amor pesa lo mismo que otras,
sea de mamífero, reptil o mejillón.
Las lágrimas no dejan descendencia,
pero no dejan de caer, como el amor
de declinar.
Todos descendemos de un ángel
caído, o de alguna de sus lágrimas.
Cuando recuerdo esta canción,
pienso en el mejillón cerrado y
su lágrima cayendo para siempre.
¿Cerrado por duelo?
Pienso en el mejillón y me conduelo.
No puedo evitar que se me piante un
lagrimón como el suyo, como el tuyo,
como ese,
como ese,
deslizándose al caer.
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