(William Arsenio Pereyra)
Otro problema de la vocación, rasgo
que nos distingue a los humanos de
todas las especies animales, radica
en las víctimas de vocaciones ajenas.
Parece inevitable, desde una perspectiva
histórica, que en nuestras sociedades
modernas, avanzadas y cada vez más
libres, algunos individuos desarrollen
la vocación de victimarios, tanto como
su forma encubierta o eufemística: la
vocación de servicio.
Hay que ser cautos en las valoraciones,
no podemos juzgar los hechos del pasado
con los valores actuales.
Basta entender que todo aquello que hoy
resultaría condenable, en su momento no
lo era. Y que las incontables víctimas que
se cobró la historia, fueron parte del costo
que hubo que pagar para gozar de este
presente, donde todos convivimos en paz,
desarrollando en libertad nuestras capacidades
naturales o adquiridas y las distintas
vocaciones disponibles y en desarrollo.
Nada sería más contrario a las libertades
individuales, que reprimir o cercenar el
libre ejercicio de alguna vocación, aunque
pueda, para muchos, parecer una vocación
equivocada o un desvío.
Hoy sabemos que los desvíos son algo propio
de la naturaleza humana, y a la luz de la
Historia, algunos acabaron arrojando un saldo
positivo, tanto para el desarrollo de las fuerzas
productivas como para la evolución:
Ésta, nunca es lineal, como es sabido, y desde
que el hombre devino en sujeto productivo,
nunca dejó de producir víctimas.
No descartamos que la vocación de victimario,
como la selección natural, constituya un
recurso evolutivo.
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