(Eleuterio York)
Hablemos del gusano,
que no será un prójimo
pero es casi un hermano.
Algo sabemos, lo suficiente
para poder identificarlo y
controlarlo. No es poco:
Un cuerpo blando, vermiforme
y semoviente que se arrastra,
a falta de miembros.
No es algo determinante:
ellos también tienen su familia,
como nosotros, que contamos con
miembros y también nos arrastramos
si hace falta.
No le hacemos asco a nada, salvo
al gusano, la cucaracha y otros
parientes más cercanos, como la rata,
nuestro ancestro mamífero.
Pero no es aconsejable agregar ratas
al poema. Después se pudren y se
agusanan.
Lejos de generarnos empatía, sus
movimientos nos inquietan:
Son rápidas, astutas y se esconden en
lugares impensados. Luego, hay que
contratar a alquien para que las mate
y volver a la normalidad.
Son invasivas, buscan calor, comida y
agua: lo suficiente para reproducirse
como plaga sin ningún sentido.
¿Para qué traer ratas a la casa, al poema
habiendo ruiseñores, calandrias, jilgueros,
manatíes,peces dorados y plateados, o
simples mariposas?
Sí, antes de mariposas son orugas
que parecen gusanos, no nos engañemos.
En cambio, el gusano no engaña a nadie:
nace y muere gusano, como nosotros, que
no necesitamos engañar a nadie.
Aunque hablemos de más, y hagamos
poemas engañosos con animales opinables.
Gozamos agregando objetos y sujetos
tan o más dudosos que el pobre gusano:
El poema es pura agregación, una función
que conocemos bien y acaso sea lo único
que nos une.
Hablemos del gusano, me dijo un portador
sano ¿No es casi un hermano? ¿No irán
al cielo los gusanos buenos? ¿Tendrán su
propio cielo de gusanos sin contaminar?
No lo sabemos, como tantas otras cosas
de la vida del anélido, ni siquiera sabemos
distinguir si es macho o hembra, mucho
menos si tiene familias monoparentales.
Sabemos poco del gusano: Un cuerpo blando,
vermiforme, segmentado y semoviente que se
arrastra y sirve para hacer poemas.
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