(Eleuterio York)
¿Estaba cómodo el caballo
en su montura?
¿Le caía bien, no le chingaba?
Con el yo y el ello corcoveándole
en los belfos ¿se sentía realizado?
¿O hubiera preferido el recado?
¿Se sentiría identificado con quien
lo ensilló, aunque fuera un jinete
de poca monta?
Ahora, ya domado, cualquiera
se le anima y lo cabalga,
pero alguna vez fue potro bravo.
¿Supo aceptar su condición subalterna
para gozar de reconocimiento
como animal de trabajo?
¿Sabe que todo lo que es, lo debe
a su domador?
¿O sólo acepta el freno, la montura
y el peso del cristiano encaramado
para gozar al ser desensillado
y volver a su estado natural?
¿Un aplauso para el domador?
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