(Epifanio Weber)
Era un punto opuesto
a todos, un punto opuesto
por el vértice (el extremo
de todo vértice es un punto)
De un extremo al otro
se oponía, sin dejar de ser
punto.
No quería ser otra cosa, ni
ni dejarse tomar de punto.
Pero ¿Cuánta resistencia
puede ofrecer un punto?
En esa línea, el punto no tenía
ningún apoyo. Tampoco quería
servir de punto de apoyo a otros,
aunque estuvieran en la misma línea.
Se oponía, y punto: Sin dobleces.
Nadie iba a ponerle los puntos
sobre las íes, ni a usarlo para otras.
Estaba en las antípodas de esos puntos
multipropósito, que tanto les da
montarse sobre una coma como fungir
de punto seguido.
Ni hablar de asumirse punto suspensivo,
esos que no saben estar solos: Estaba en
las antípodas, y no estaba dispuesto a
moverse de ahí.
Era sólo un punto, pero distinto a los
demás: Era un punto opuesto a todos,
sin contradicción.
No apuntaba a otra cosa, ni aspiraba
a ninguna resolución. Si algo era
ese punto, era pura oposición, sin margen
de negociación posible.
Lo tenía bien claro, esa era su única
función y la asumía en todo su volumen
puntual: Estaba claro, fuera de eso, era
más bien oscuro, como todos los puntos.
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