(Elpidio Lamela)
Hay palabras que antes no existían.
Fe, sin ir más lejos:
No hay registros de esta práctica antes
de que dispusiéramos de esa palabra,
y no es casual.
La fe nace de la palabra, que nace
de la necesidad. La necesidad no nace,
sino que es, sin necesidad de nacer.
Es necesario nombrar para dar existencia
a algo: La fe, es necesaria para creer en la
palabra:
Una necesidad recíproca, a veces simétrica.
Distinto es el caso de esfínter, que existía
antes de la palabra esfínter, hasta que alguien
decidió que merecía ser nombrado por su
nombre, y la lengua lo cobijó en su lecho
húmedo, después de incorporarlo.
Los esfínteres no incorporan, su naturaleza
es emisora, anque todas nuestras emisiones
son tributarias de la fe.
Ambos significantes están vinculados al control:
La fe es útil para controlar a los pueblos, y los
esfínteres sirven para controlar sus emisiones.
La diferencia es del orden material:
Uno posee una existencia física, y la otra no.
Todo lo que no la tiene, necesita de la palabra
para existir y funcionar:
Fe, sentimiento, voluntad, inversión, talento,
propiedad, son algunos ejemplos. Ni siquiera
la vocación de servicio, tan valorada, tendría
lugar entre nosotros sin las palabras a las que
deben su existencia.
Esa es su función, las palabras están al servicio
de la fe, que todo lo ilumina: ¿Cómo creer en
Dios, o divinidad alguna sin poderla nombrar?
La metáfora del verbo encarnado es bastante
elocuente: Sin el Verbo, sólo seríamos carne
y corrupción, sin sentimientos que tramitar y
sin otra forma de relacionarnos que la violencia
y el comercio carnal, que también la contiene.
No habría otra forma de expresar un deseo, y
la violencia no pararía de reproducirse: No
conoceríamos otro sentido, ya que por fuera
de la palabra sentido, no hay ninguno.
Así como no conoceríamos la dicha
sin la palabra dicha, y ni siquiera
conoceríamos el verdadero sentido
de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario