(Onésimo Evans)
¿Cuántos ejes necesita un hijo?
¿Cuántos, cuáles, para crecer
derecho y desarrollar a pleno el
goce de todos sus derechos?
¿Cuántos esquejes hacen falta para
obtener un eje sano, bien plantado,
capaz de ejecutar todas sus funciones
sin fisuras?
¿Tenemos los ejes que necesitamos?
¿Tenemos los hijos que necesitamos?
¿Les damos el ejemplo que merecen?
¿Podíamos darle algo mejor?
¿Para qué sirven los hijos?
¿Para obtener sentido, canalizar fracasos,
frustraciones, proyectar y asegurar la
línea hereditaria y algún cuidado en
la vejez?
¿Cuántos ejemplares de hijos
es necesario producir para obtener
alguno que responda a esta
necesidad?
A veces no se piensa.
Para qué traer otro hijo a este mundo
¿No hay suficientes?
No se piensa, y llega el hijo impensado
(aunque tal vez deseado) con su pan
al hombro o bajo el brazo.
El mundo no nos lo pidió, más se lo
dimos. Sin pensar (no somos muy
dados a dar, menos a dar sin pensar)
Somos dados a hacer más que pensar
¿Qué estás pensando?
Ahora no se puede hacer nada:
lo hecho, hecho está.
Uno hace cualquier cosa por un hijo,
hasta puede perder el eje
y terminar adoptando uno ajeno:
(No mires esa paja, mal ejemplo
para el hijo que adolece)
La pérdida del eje paterno, puede
afectar al hijo en ejercicio.
Perdido por perdido, hay padres
que se vuelven a sus hijos,
e invierten su condición axial
pidiendo al hijo que vacila:
Sé mi eje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario