(Carlos Inquilino)
La dispersión propende a la unidad,
dijo uno en un descuido, antes
de unirse al éjido perdido
en la memoria de catastros olvidados
(en un abrazo parecido a éste)
No es nueva la idea
de alcanzar el horizonte:
Tampoco es nuevo el horizonte,
aunque hay ideas, con algunas
reservas en cuanto a futuro.
No hay verticalidad sin horizonte,
se puede afirmar sin temor (el temor
es mal conductor: no conduce a nada)
Más allá del horizonte, no hay nada.
Se sabe, nadie perdería el tiempo en
averiguar lo que ya sabe.
¿Qué sabemos del horizonte?
Lo suficiente: el horizonte se extiende
hasta donde se ve, no nos engañemos.
Las criaturas que se arrastran, poseen
una visión parcial:
tenemos un horizonte acotado, pero
con buenas perspectivas a futuro.
Creemos en la expansión:
Nos estamos expandiendo,
en comunión con el Cosmos
y la Mecánica Celeste.
El universo se expande
en todos los sentidos conocidos
y sus opuestos naturales.
La dispersión se expande:
aspiramos a ocupar nuevos espacios,
tenemos un horizonte común, casi
indistinto, casi infinito.
La dispersión nos une,
en un descuido
somos otro:
uno deja de percibirse idéntico
a sí mismo y se desliza, abandonado
por consignas y bacilos entrañables.
Se desciende del hábito
sin alcanzar a sostener la pausa
que resuelva el desatino, para
volver condescendiendo en unidad,
volver a cero en unidad, unidades,
comunidades, diásporas, esporas.
No se puede descartar nada,
ni se puede descartar todo:
La expansión supera toda oposición.
El universo se expande: ya no es el
que era al comienzo del poema.
La dispersión es un camino sin retorno,
como el conocimiento, y la vida.
Pero hay un horizonte y nos observa
mientras disipamos las últimas dudas
en franca dispersión:
La dispersión nos une
a lo unimembre.
De Taxonomía de las fuerzas vivas (en desarrollo)
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