(Pascual Rambler)
Oíd el ruido
Oíd el ruido odioso
Oíd el odio ruidoso
Oíd el odio del oyente medio
Oíd al oyente renuente, el
Odio que no puede huir y
se acumula entre los cuerpos
provisorios provistos.
Oíd el enduído de su voluntad
acumulada cual sórdido deseo
que no fluye y precipita hacia
los odios primordiales.
Oíd como se irradia en todas
las señales al mover el dial
Oyentes solidarios no se necesitan.
Involuntarios hay suficientes,
no se hacen ni se harán oir:
Solo odian.
Quien quiera oir que oiga,
quien no quiera que odie
¿Quién es quien para no querer?
Hay que saber compartir y empatizar
con el deseo del otro y sus creencias
odiosas que oir se dejan.
Dioses ruidosos y/o silenciosos
libran sus batallas: Oíd los sordos
ruidos que oir se dejan.
Oíd el sonido residual del ruido.
Oíd la desazón acumulada en la
emisión creciente de creyentes
residuales casi iguales que circulan,
en aptitud de ser reproducidos como
ecos.
Oíd aquellos ecos reciclados por
el odio circulante, oíd lo que circula:
Oíd la economía divina en emisión:
Oíd la economía circular entre los
ecos del odio descompuesto.
Oíd los ecos de ajenas emisiones
esperando ser reproducidos
como recursos renovables.
Oíd la ecología integrada a los
nuevos sistemas para aprovechar
el odio residual.
Oíd los excesos emitidos, listos
para ser procesados por los analistas
de sistemas (sistemas para odiar,
sublimar y parodiar el odio)
Oíd lo que se oye,
oíd lo que se deja,
oíd lo que se ignora,
oíd el ruido de la ignorancia
acumulada en emisiones que
se odian entre sí.
Todo es emanación divina,
incluídos los poemas de odio
como éste.
(El deseo divino, sonoro o no,
es incontestable, incognoscible, inefable
e inacabable; pero replicable:
Oíd el repiqueteo cadencioso de la fe
y las feromonas que brotan de sus
esfínteres)
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