(Carlos Inquilino)
Una crisis galopante afectaba
al Centauro, atravesándolo cual flecha
de doble sentido.
Si bien la desmesura le era natural,
no atinaba a conjurar la ambigüedad
del mundo sensible, ni la de sus propios
deseos: ¿eran los apropiados?
Un Centauro que se precie
es puro deseo incontenible y desbocado.
Pero el que tiene boca, tiene necesidades
y el orden de la necesidad puede ser tan
arbitrario como injusto.
Las necesidades encontradas
son un problema que no resuelve
en una respuesta única y taxativa.
El Centauro persigue la justicia
por naturaleza; no puede ir en contra
de ella ni puede hacer otra cosa:
Pero la naturaleza no suele ser justa:
(él sabe de paradojas más que cualquier
mortal) Los perseguidores de la justicia
siempre fueron perseguidos.
II
Más la sed no acaba, ni el hambre,
ni el deseo:
Vacila entre el pienso y la carne,
entre el agua y el vino,
entre yegua y hembra humana…
(Su sexo está en la parte inferior,
su mitad equina: alguna humana
podría apreciar su volumen generoso
y hasta adorarlo… Pero las mayorías
suelen rechazar la desmesura)
Una yegua es más segura, pensó.
Pero no siempre es mejor lo más
seguro, y no hay amor sin aventura.
III
El problema de la condición binaria
es que puede autopercibirse tanto de
un modo como de otro, pero siempre
hay algo que falta:
La justicia nunca es completa, no se
puede gozar en plenitud con un cuerpo
dividido.
Sin esperar a solventar la duda, aprovechó
la crisis y partió como una flecha doble sentido,
asido a su doble vara de mimbre y ectoplasma
con su miembro
sin membrete dispuesto a todo:
¡A galopar! ¡A galopar!
Hasta enredarnos en la espuma auténtica
y autóctona.
Hay que librar esta batalla
aunque sea la última.
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