(Horacio Ruminal)
Algunos días parecen repetirse:
Hoy parece ayer, incluso.
Los días no se repiten,
no son nunca iguales ni intercambiables
aunque puedan parecer simétricos
e idénticos, o viceversa.
El intercambio, es sólo cuestión
de tiempo: no existe uno sin el otro.
Esta afirmación puede ser cuestionable
o discutible y hasta refutable:
Para cualquiera de estas acciones
hace falta tiempo.
El intercambio se produce todo el tiempo,
aún cuando no se perciba.
Para pensar ésto, o cualquier otra cosa,
es preciso invertir: Se invierte tiempo
que podría destinarse a otras actividades,
tal vez más útiles que cuestionar o discutir.
Determinar lo útil, la cantidad de utilidad
de cada acción posible, es un ejercicio común
y mecánico que se automatiza como algo
natural.
Si no fuera así, demandaría un tiempo
que se restaría a otras opciones que la
necesidad impone.
El tiempo es condición del movimiento,
como el espacio. Pero el movimiento
del tiempo no es circular, aunque las agujas
del reloj parezcan desmentirlo.
Mientras circulamos, consumimos tiempo
tanto como si no lo hacemos. Sabemos que
nada dejará de circular si nos detenemos:
Salir de este circuito no tiene ningún sentido;
siempre habrá que volver, es como un
círculo vicioso.
El movimiento inercial ahorra muchos
contratiempos y nos brinda la oportunidad
de aprovechar mejor el tiempo, que es lo
más valioso que tenemos disfrutando con
continuidad nuestra vida útil
y asumiendo su valor inmanente
y descartable.
Un día, solo es igual a sí mismo:
No habrá otro igual, aunque hagamos
exactamente lo mismo.
Lo único que se repite
es el movimiento inercial:
Adoptarlo es muy sencillo
y es el más seguro para esperar
el día, la hora, o lo que haya que
esperar.
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