(Amílcar Ámbanos)
Estaba todo cerrado
al bajar del cerro:
casas, esfínteres, compuertas
y bocas de expendio.
Todo había cambiado,
era noche cerrada:
nadie se aventuraba en la avenida
y adyacencias, a ambos lados
circulaba un aire muerto,
aunque obscuro.
Con la visión reducida por
la obscuridad pronunciada
era casi imposible dar un paso
y no tropezar con otra sombra.
¿Estamos solos?
Nos preguntábamos en silencio
sin vernos, adivininando el parpadeo
de un par.
No nos amedrentamos:
En la obscuridad se ven los hombres.
Confiábamos en nuestra condición
viril como buenos miembros, sanos
y dispuestos.
Había que descargar tensiones.
Tanteando, busqué el cierre relámpago
de mi bragueta, pero no lo encontré,
tan cerrada era la noche…
Ya iba a aparecer; nada desaparece
para siempre.
Con el tiempo, nos acostumbramos
a ver en la oscuridad y todo vuelve
a ser un juego de niños:
Hasta que desaparece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario