(Dudamel Rambler)
No podía engañarme,
conozco demasiadas actitudes
engañosas. Sin embargo,
siempre se puede aprender más.
No me engaño: Siempre es más
fácil engañarse que desengañarse:
Contamos con recursos adecuados
para alcanzar el éxito con ambos
verbos, así como con otros más
engañosos.
Emitir engaño no es una ciencia.
Siempre hay algún receptor interesado
en editarlo y difundirlo, para que todos
podamos compartirlo:
Así funciona la comunicación, tanto la
micro como la macro.
Conozco suficientes actividades engañosas,
podría enumerarlas, pero no me engaño:
Sería una cifra provisoria; son las que más
crecen, dentro de las actividades productivas.
Hay muchos que medran con el engaño
y son reconocidos como exitosos:
El éxito está fuera de discusión, como todas
las palabras engañosas. Y el engaño sigue
siendo una de las mayores fuentes de
oportunidades.
Por el contrario, el desengaño no produce
nada, no genera oportunidades, ni emite
utilidad:
Yo ya me desengañé.
La mentira tiene patas cortas, oímos repetir
como verdad irrefutable. ¿Alguien lo duda?
Yo no me engaño, es una de esas verdades
que encubren el engaño, y son, además, las
más populares:
¿Cuántas criaturas de patas cortas conviven
con nosotros, y circulan con éxito desde
mucho antes que nosotros y nuestros engaños?
No hace falta nombrarlas, es mejor no compartir
pensamientos opinables:
Alguien podría malinterpretar y concluir que el
engaño es parte de la vida. O incluso, que la vida
misma es un engaño.
No me hago cargo, no pretendo
desengañar a nadie, ni quiero ser cómplice
de ningún engaño: Tampoco estoy para
avivar giles.
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