(Aparicio Custom)
En la punta de la uva
estropicios morosos
de un precio vencido,
carcomido por la edad,
agitan desde el centro de la uve
un verbo improcedente y transitivo
que la avutarda lee con legítimo interés,
como si fuera ley, en la lejumbre
unívoca donde se pierden rastros
y matices para que todo reproduzca
su simiente verdadera.
¿Cuántas leyes harían falta para acceder
a dios, en la plenitud de su voluntad
voluminosa e ilegible?
Legiones de cadáveres en ejercicio
practican sus mejores oraciones
y confían en nosotros, como las aves
carroñeras.
No preguntes cuántas son, conocen el oficio
y saben lo que hacen.
En la carrera de la vida, hay un tiempo
para despuntar el vicio y aliviar las penas
mientras los panes no se multiplican.
Hay un tiempo, entre la uva
y el vino sacramental.
Hay un tiempo para negociar,
pongamos el mantel.
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