(Emeterio Askman)
Ya no hay nubes en la urbe,
ni una nube pasajera que interrumpa
la monotonía abovedada
del firmamento urbano.
Siempre hubo nubes que pasaron,
sabían pasar acompañando nuestro
paso por la condición efímera.
Las nubes siempre nos hicieron
más humanos, como la lluvia
que nos permitía mojarnos, o no
y afirmar que siempre que llovió
paró.
Este cielo despejado no es un buen
augurio, más bien parece una amenaza,
un presagio de que todo puede ser peor.
Mientras, nos aburrimos de que no pase
nada, ni una miserable nube.
¿Dónde están? ¿Qué pasó? ¿Se hicieron
humo? ¿Fueron acaparadas por los nuevos
vendedores de humo?
¿O se aburrieron de nosotros?
¿No soportaron nuestro estilo de vida?
¿Hasta las nubes nos descartan?
Está bien, ya las reemplazaremos,
seguramente en forma ventajosa;
disponemos de recursos:
Siempre que llovió, paró.
No hay comentarios:
Publicar un comentario