(Asensio Escalante)
El poema no debería
hablar
de sí mismo, ni
consigo; consigno.
Los mecanismos y
recursos del
poema no deberían
ser parte del
poema.
Incluso palabras
como mecanismos,
recursos, mucho
menos discurso o
lenguaje o sujeto, y
mucho menos
la palabra palabra.
Los límites del
ecosistema poético
son difusos, casi
inexistentes, pero
deben ser
respetados.
Sabemos que un poema
se hace con
palabras ¿Para qué
nombrar, hablar
de ellas? ¿Para
qué cargar al poema
con sistemas,
estructuras y funciones?
¿Acaso alguien
conoce la función del
poema, o la función
poética?
¿Acaso alguien
percibe esta diferencia,
más allá de
Jackobson?
Ni los poetas
piensan en él, ni los poemas
necesitan sus
vivisecciones.
II
No hay nada afuera
del poema:
Puede versar sobre
lo que sea, o desee
del universo humano
y los otros; de lo
conocido y de lo
misterioso.
Entre lo misterioso,
está el poema:
Nadie sabe por qué
hay personas produciendo
estos objetos que ni
siquiera se pueden definir,
a veces ni se
entienden, no generan oportunidades
ni crean valor, y
son tan inútiles como la vida
misma.
El poema no debiera
hablar consigo mismo,
ni de él: Nadie
espera tal cosa, habiendo tantos
temas disponibles en
el multiverso.
El poema no debería
ensimismarse nunca:
dirigirse a sí
mismo no tiene objeto;
un objeto sin objeto
no tiene sentido, es un
absurdo: Nadie
espera eso de un poema,
la realidad contiene
suficientes absurdos.
III
En realidad, el
poema debiera conquistar
a su lector, hay
pocos: Hay mecanismos
y recursos para
atraer a alguno, a sabiendas
de que no tiene
ningún objeto, más allá de
éste:
Conquistar la
atención de alguien a quien
no se conoce, y ni
siquiera lo espera.
En cualquier caso,
sería útil que el poema
evitara esos
términos dudosos como recursos,
función, sentido,
lenguaje, repetición,
metáfora,
metonimia, repetición, palabra
y sobre todo la
palabra poema,
si aspira a ser reconocido como tal.