(Tomás Lovano)
Cada boca es un mundo.
Nadie sabe lo que cabe
en una boca, aunque no sea
de las más generosas.
Es el principio de la vida y una de
nuestras cavidades más importantes.
No viviríamos sin ella, y
tiene su vida propia:
Incontables bacterias viven
en la boca, junto a nuestros
fluídos íntimos e inapropiables.
Y no dejan de reproducirse:
No sabemos cuántas son, pero
cada flora oral es única y
distinta de otras, lo que viene
a ser lo mismo.
Conviven, convivimos, en más
de un sentido son parte nuestra:
No sólo habitan bocas, labios, y
zonas subalternas; están diseminadas
por doquier.
Aunque no son las mismas que
pueblan nuestros intestinos: allí
conviven diversidad de bacilos y
bacterias, sin algunos de los cuales
no viviríamos.
Nos dicen que estos organismos
invisibles se dividen en buenos y malos.
Yo dudaría:
Las divisiones suelen ser arbitrarias
y discriminatorias; ningún ser vivo
elige la biología que porta.
Cada cuerpo es un mundo, una identidad
con rasgos propios y únicos que merecerían
algún respeto, o un anticuerpo al menos.
Cada boca, es un mundo.
El mundo emite nuevas bocas:
Pero sólo las nuestras son capaces de emitir
algo interesante (gracias al comercio de
bacterias en la flora que nos ocupa)
Tu boca, que es tuya y mía:
dijo la bacteria que cantaba
y no se equivocaba.
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