(Amílcar Ámbanos)
El perfume que sumé
asume su presencia ingente
en el sahumar, se eleva como
el canto intraducible del gorgojo
o el gorgojeo del anélido
sobre la risa escueta de la hoja.
La realidad es tan volátil
como un cuerpo con su sombra
portátil y violacea y sus enseres.
Todos los seres emitimos más
de lo que sabemos ¿lo sabías?
No hace falta saber para emitir
o incorporar aromas o sentidos
y compartir lo que se ignora.
La realidad no se desliza ni
se expande como el perfume
del jazmín, de la magnolia, o
de esa planta que perfuma las
noches sin que necesitemos
conocer su nombre.
La realidad es siempre divisible
y el pensamiento se sume
en la abundancia de fragancias:
Se abre y se cierra el pensamiento
a los estímulos que surcan el éter
y trashuman, como la sombra
de un cuerpo abovedado que avanza,
violacea y paciente hacia la muerte.
Por suerte, este es un mundo perfumado.
No hay mucho más que aspirar.
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