(Germán Singerman)
El sueño tiene un ritmo propio;
seguirlo hasta las últimas consecuencias
es difícil.
Es común que se interrumpa por
cualquier motivo desconocido.
Salir y volver a entrar, es más difícil:
Los ritmos van y vienen
pero no hay forma de volver
a entablar lo que se pierde.
En los sueños se gana y se pierde,
sin justicia, como en la vida.
Aunque en otro tiempo:
El sueño es ajeno al sentido cronológico;
no hay una edad para soñar, para repetir.
Es natural que un viejo ruinoso
y maltrecho se reconozca joven, esbelto
y en el cuerpo del sueño derroche
energías que no tiene:
Es un sueño sano; produce endorfinas
que podría necesitar más tarde
para enfrentar su realidad y retomar
el ritmo conocido, el que importa
y el único que no se pierde:
El ritmo acompasado y seguro
que lleva a la muerte.
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