(Olvido de la Fuente)
En un principio
todo era original,
no había copia ni culpa acoplada
a réplicas de coplas anteriores
ni nada equivalente.
No era posible diferenciar un
original: todo era origen,
principio y unidad perfecta.
Ningún autor podía atribuirse
ninguna originalidad: No había
autores reconocidos ni conocidos
y todo lo que había podía ser obra
de uno, o no. Se podía dudar.
¿Era una obra dudosa?
Tal vez, pero nadie dudaba de su
originalidad. No había ninguna
duda: estaba todo por reproducir.
Voluntad no faltaba; bastaba con una
buena cantidad de miembros aptos.
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