(Rolando Doorland)
Una puerta puede cambiarte la vida.
Hay algunas inaccesibles, puertas
que nunca abriremos o quizás, ni
conoceremos.
No importa, no se puede conocerlo
todo. Y hay puertas que es mejor no
abrir…
Uno se conforma con lo que tiene:
las puertas familiares, que acaso no
sean las que desearíamos pero son
nuestras puertas; las conocemos y
nos reconocen.
Con un poco de sensatez, se encuentran
argumentos para la resignación: Hay
quienes no tienen ninguna; gente como
uno que vive a la intemperie por carecer
de puertas: Sin reparo, privados de
toda privacidad.
Pero no soy de resignarme, y tenía un
sueño bastante recurrente: Alguien
intentaba forzar mi puerta, y yo desde
adentro me esforzaba por impedirlo.
Tenía pocas chances de conseguirlo, era
una puerta común, con una cerradura
común; es decir, vulnerable.
Para peor, si siquiera estaba bien encuadrada
o bien montada; había una luz en un borde:
-los sueños son así- Bastaba con empujar.
II
Hay pesadillas que siempre se repiten.
Yo no soy de resignarme, así que decidí
invertir mis magros ahorros en una buena
puerta, una puerta segura: la seguridad no
tiene precio.
Con la puerta blindada, mi vida cambió.
Tiene una cerradura especial, que la asegura
por los cuatro costados, lo que la hace
prácticamente inviolable.
(Bueno, nada es del todo inviolable, pero al
menos necesitarían varias horas de trabajo
ante lo cual, probablemente desistieran:
Nadie quiere trabajar mucho, y menos los
ladrones; si no, se buscarían un trabajo
honesto)
A veces vuelve, el sueño. Pero es otra cosa,
en cuanto me doy cuenta que es un sueño
me relajo, satisfecho; contemplo mi puerta
y me invade una sensación de seguridad que
no tiene precio:
Me olvido del sueño
y todo vuelve a la normalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario