(Elpidio Lamela)
La lengua es un órgano blando,
lábil, versátil y retráctil.
Es un organismo vivo, un cuerpo
inmenso, amorfo y siempre renovándose,
gracias a un metabolismo
que le es propio.
Nos incorpora a medida que lo
incorporamos, estableciendo una relación
estable que se mantendrá hasta el fin de
una de las partes.
No es una relación simétrica:
La necesitamos
más de lo que nos necesita.
No es de nadie, aunque nos pertenece
a todos, parcialmente: (siempre hay una
parte que no conocemos; se renueva)
Le debemos el sentido de pertenencia
a pesar de nuestras diferencias.
Somos contribuyentes, usuarios, visitantes
o pasantes en usufructo transitorio.
Unos pocos viven de ella, aunque todos
vivimos en ella: nos habita, la habitamos.
No seríamos lo que somos sin la lengua:
Desde ella conocemos el mundo, nombramos
lo que puede ser nombrado y nos reconocemos
en el prójimo.
Sabemos que todos somos prójimos y nos une
esta lengua. Con ella observamos el mundo,
comerciamos, amamos
y reproducimos nuestras
propias relaciones asimétricas.
Le debemos gratitud; es necesario que cada usuario
procure mantenerla sana, vital y competitiva: Todas
son parasitables, colonizables y metabolizables por
otra (En nuestra lengua, algunos le llaman evolución)
Defendamos nuestra lengua madre de invasores
indeseables que nos seducen con neologismos
pintorescos para luego someternos e imponernos
los valores de una lengua enemiga.
Defendamos nuestros valores con uñas y dientes
y lenguas si es preciso: Todos somos miembros,
sanos o enfermos. Cada lengua es única,
nuestras lenguas lo saben y resisten.
Cuida tu lengua como si fuera tu miembro,
miembra o miembre, acaso sea lo único
inclusivo que nos queda.
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