(Dudamel Rambler)
No me gustan los poemas voluminosos,
de extensión excesiva. Es tediosa la
lectura y casi nunca justifican el espacio
que ocupan, ni el tiempo requerido.
Al final, nadie los lee:
Yo escribí unos cuantos, y nunca los leí.
Con los años, algo se aprende: Me fui
inclinando hacia la economia de recursos,
decirlo todo con el mínimo número de
palabras:
Sin ahorrar esfuerzos para reducirse
hasta la concisión irreductible: Esto
otorga otro valor a la palabra, ganando
una precisión invalorable.
Pero nunca es bueno encerrarse en un
molde y constreñirse a lo arbitrario de
los límites, aunque sean autoimpuestos.
Hay que evitar quedar sujeto a una forma,
aún cuando la hayamos elegido:
Me permití volver a escribir un poema de
largo aliento, a sabiendas de lo opinable
que resultaría su extensión excesiva, como
ejercicio y para ver hasta dónde llegaba.
Se fue extendiendo, noté que tenía bastante
material para agregar, y lo iba haciendo sin
medirme, (la agregación es una función
inagotable) mientras lo observaba crecer.
Es estimulante acompañar el crecimiento,
cualquiera sea, y más aún cuando se es
partícipe necesario.
¿Quién podría oponerse al crecimiento,
a la voluntad de crecer o al sano desarrollo
de esta voluntad?
Sería una insensatez, y una falta de respeto
a nuestra propia historia:
Desde que descendimos de los árboles, nunca
dejamos de crecer. Éramos monos, hacíamos
monadas sin ningún sentido, como todos los
monos, y gracias a la vocación de crecimiento
conquistamos el mundo, y hoy somos la envidia
de todas las especies inferiores, es decir todas.
No sé si los peces nos envidian, pero a quién
le importa lo que piensen los peces, que ni
tienen escala de valores, ahí sumergidos en
el agua, en las mismas aguas de hace millones
de años, sin levantar cabeza.
Mi gato no parece envidiarme, creo que me ve
como su par. Pero no significa nada: los gatos
son criaturas muy soberbias e independientes.
Se sienten libres, van y vienen y andan por
todas partes, si uno los deja.
No respetan la propiedad, pasan de la casa de
un vecino, a otra, y otra como si todo fuera parte
de su casa.
De pronto aparecen con toda naturalidad. Están
de vuelta, sin que podamos averiguar de dónde
ni por dónde anduvieron.
Es natural que duerman mucho, para recuperar
energías, con una vida tan intensa. Es natural
que mi gato se eche a mi lado, y me acompañe
en la manufactura de un poema como éste.
Ahora ya no está, señal que viene a confirmar
lo que señalaba más arriba: El poema extenso
aburre a cualquiera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario