(Antístenes Oquendo)
La sangre se oxida
igual que una lata de conserva
en cualquier basural abandonado.
Despierta el alma dormida,
acaso sea la única parte nuestra
que no se oxida.
La oxidación avanza y no pregunta
por tus activos a futuro: Es parte de
la naturaleza que no pregunta ni
cuestiona la forma en que te oxidas.
No preguntes cuántas son
las sílabas que encierra tu oración,
eres libre de elevarla hacia Dios,
o en cualquier otra dirección.
Observa el óxido del prójimo
en la hoja de tu alfanje: el verso
acaso atrase y luzca dudoso,
pero la sangre oxidada no sirve
para nada.
No hay culpa si no hay víctima:
Descendemos de víctimas y victimarios,
la oxidación histórica nos une.
No, la justicia no debería producir más
víctimas que las necesarias, para que
la historia fluya y el óxido progrese.
La sangre oxigenada asciende fluída
hacia el cerebro, activando conectores
neuronales para la conservación de
la memoria.
La sangre derramada, una vez oxidada,
no tiene valor comercial, igual que
aquella lata abandonada, en cualquiera
de nuestros modernos basurales.
Inhalamos y exhalamos, despacio
para que el oxígeno se distribuya en
todo el cuerpo, y reine la calma en
el alma.
Ella no se oxida ni se cansa de crecer:
No crece, ni obedece otros mandatos
oxidantes.
Antes de despertarla, pregúntate si es
necesario, si vale la pena.
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