(Carlos Inquilino)
Apaga la radio.
Deja pasar unos minutos,
vuelve a probar: Faltaba más.
No importa quien sea el dueño,
elijas una frecuencia u otra,
todas tienen uno y todas
comparten el mismo fin:
Venderte publicidad.
El oyente busca una voz que
lo refleje, parecida a la suya.
Selecciona una frecuencia afín,
según su ideología y nivel
intelectual.
Por lo común la encuentra y
la identifica, cuando se identifica
no cambia:
No quiere que le vendan otra cosa.
No quiere que lo contradigan, ni
recibir publicidad o música que
no eligió y que la radio reproduce
mal.
Vuelve a apagarla.
Pero la radio funciona así, hay que
aceptar todo lo no deseado, para
acceder a esa voz con la que uno
podría identificarse y verse
reflejado por dos o tres minutos:
Vamos a una tanda y volvemos.
Seguimos juntos.
La radio funciona así. No está hecha
para estar encendiendo y apagando:
Esa función ya no responde bien
al deseo de su dueño.
Todos tenemos una vida útil. No importa
quien sea el dueño de la radio frecuentada.
Un consejo: Hacele caso a tu sed, seguí esta
flecha que va en tu mismo sentido, todos los
días podemos sembrar algo nuevo.
Si no fuera por la tanda, tendrías que pagar
para escucharnos. En cambio así, pagan los
anunciantes, y vos sos libre de consumir
todo lo que desees sin pagar un peso.
¿Sabés quién paga la publicidad?
Sí, el consumidor que también son vos.
Es un costo incluído en el precio final:
Todo tiene un costo, un precio y un dueño.
Sos dueño de elegir, sintonizar, y hasta
podés participar enviando un mensaje
de voz.
La radio es información, entretenimiento
y otras cosas. Pero sobre todo, es una
compañía: ¿Creés que es mejor estar solo?
Bueno, quedate con tu idiolecto
y poné radio sin voz.
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