(Serafín Cuesta)
Un bocado suelto, abandonado,
me hizo pensar demás:
Podría ser una trampa, hay muchas.
Hay que saber de trampas para no
caer en una;
No morderé ese anzuelo. Ante la duda
mejor abstenerse de cualquier experiencia
sospechosa.
Alguna vez, alguien inventó el anzuelo;
lo probó y vio que era bueno: funcionaba.
Sus virtudes fueron reconocidas, y pronto
se expandió: Cazador y pescador por
naturaleza, el hombre perfeccionó sus
anzuelos, los desarrolló, junto a otras
trampas y ganaron popularidad.
II
Hoy hay bocados más y menos populares
pero nada volvió a ser igual desde el anzuelo:
La vida cobró otro valor, y estamos rodeados de
trampas que funcionan: No podríamos vivir
sin ellas.
El anzuelo sobrevive, aunque sólo para uso
deportivo. El desarrollo produjo infinidad de
nuevos deportes: una práctica necesaria
para el desarrollo sano de nuestras capacidades
y para canalizar nuestro natural espiritu de
confrontación, evitando un estado de guerra
permanente.
Es auspicioso el estímulo a la actividad
deportiva, tanto como que sigan apareciendo
nuevas disciplinas:
Ello nos permite mantener el estado competitivo,
el desarrollo sustentable, como para avanzar en
el desarrollo de nuevas trampas y enfrentar los
desafíos de la evolución.
III
El anzuelo funcionó, le debemos el desarrollo
en la producción de trampas, y tal vez en casi
todos los rubros productivos.
Incluso el metafórico:
El pez ya no muere mucho por la boca, hay otros
recursos, pero la metáfora mantiene su vigencia
con distintas aplicaciones.
Era bueno, funcionó, aunque para el pez no:
significa una muerte espantosa.
Pero ¿Qué es un pez?
¿A quién le importa su opinión, su sufrimiento?
Ni que fuera un semejante….
Reconocemos que es parte de la Naturaleza,
como todo lo que vive son recursos naturales.
¡Cuidado, Boby, puede ser una trampa cazabobos!
Le digo a mi perro, que dada sabe de trampas…
Este bocado quedará aca, así, suelto, intacto,
abandonado. ¿Quién sabe?
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