(Egberto Ovando)
Siento que nací de nuevo,
dijo el huevo bueno
que lucía como nuevo.
Lo siento, pronunciose
echando un vistazo a la redonda:
Soy nuevo en esto de nacer.
Me puedo equivocar: nadie nace
sabiendo, pero nacer es bueno,
aunque no tanto como renacer,
reconozco.
-Está repitiendo, eso ya lo escuché.
Replicó un oyente ocasional:
Reconocer, renacer, son verbos que
remiten a la acción de repetir.
-Para repetir, como para reconocer y
renacer, primero hay que nacer. Yo
no nací ayer, dijo el huevo con altura
e intensidad y sin perder la compostura:
Todas las acciones conocidas, son
repeticiones a esta altura.
-Comparto, pero no acepto: Si todo lo
que hace es parte de un repertorio
repetido, ¿para qué vuelve a nacer?
-Para revisar el pasado, y redondear nuevas
y mejores repeticiones. No me equivocaría
si dijera que me quiere llevar a la encerrona
del sentido circular.
-Bueno, digaló…
-No voy a repetirme, ya lo dije lo que tenía
que decir. Ahora estoy disfrutando este
Renacimiento.
-No renació, sólo se recicló; y no deja de ser
un simple huevo.
-No hay huevos simples y compuestos: Somos
todos compuestos, y un huevo nuevo siempre
es auspicioso. Las novedades nos acercan al
futuro, todo lo nuevo puede ser mejor.
-O peor…
-También, no voy a pronunciarme todavía.
Eso es un misterio que sólo el tiempo develará.
Pero lo que no es ningún misterio, es que acá
están faltando huevos.
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