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viernes, 8 de marzo de 2024

Poesía pura con ruiseñor

 

(Amílcar Ámbanos)

 

Un ruiseñor overo ensució mi overol.

En ese sentido, no hay diferencia entre

los pájaros: a la hora de emitir su excremento

no se fijan dónde lo hacen, ni tienen un lugar

asignado a ese fin.


No sé si es adecuado decir fin, la frecuencia

de sus evacuaciones es tal, que parece que

nunca hubiera un fin.


En fin, no puedo culpar al ruiseñor.

Tampoco lo haría si fuera una paloma, un buitre

o un vencejo. Si fuera un cuervo o un buho

lo pensaría: estas aves dan para pensar.


Pero el ruiseñor overo me ensució el overol,

que uso para escribir poemas: El hábito no

hace al monje.


No soy monje, pero la poesía es la única

religión pura: Es pura fe, y la fe se debe

a la palabra que la crea.


Yo no necesito un hábito; me basta mi overol

que me protege de las impurezas del mundo

exterior, para alcanzar la pureza del poema.


Ahora está sucio, por obra del ruiseñor overo.

Ha de ser el precio por haber gozado de su

canto, que agradezco como buen creyente y

contribuyente.


No puedo, ahora, escribir poesía pura:

Uno no elige lo que hace, salvo excepciones.

Ni Valéry, ni Mallarmé, ni Poe podrían.

Mucho menos yo.


A diferencia de la fe, la pureza no se crea.



 



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