(Encarnación Segura)
Un llamado a la solidaridad:
La libertad ha muerto,
se necesitan dadores.
No es para inquietarse, no es
novedad; en realidad hace mucho
que dejó de estar entre nosotros.
Y el tiempo siguió pasando
como si nada entre una realidad
y otra, mientras pasábamos de un
estado a otro, hasta alcanzar el
presente estado avanzado.
No avanzamos mucho. En realidad
lo único que avanza es la muerte.
Pero tampoco es nuevo, ella siempre
avanzó en el mismo sentido, sin que
nadie pudiera detenerla.
La libertad es menos que un recuerdo.
Algunos entregaron su vida, creyendo
en el futuro de esa causa, sin encontrar
demasiada solidaridad:
Había otras prioridades. Lo que avanzó,
en realidad, fue la forma de naturalizar
la falta de solidaridad.
Se estableció que carecía de valor para
generar oportunidades y no favorecía la
sana competencia que siempre nos desarrolló.
En cambio, rescatamos al sacrificio por sí
mismo, como valor superior de la condición
humana:
Sabemos que para llegar aquí, fue necesario
sacrificar un sinnúmero de vidas, tanto humanas
como de otros animales: Una práctica natural a
toda religión con aspiraciones.
El pensamiento religioso no se lleva muy bien
con la libertad: la limita o la proscribe, como
antes supo combatirla. La Historia está abonada
por sus víctimas.
Pero gozamos de la libertad de culto:
Ahora hay nuevos pastores, cuya prédica
gana terreno y rebaños gracias a cierta
reivindicación de la libertad:
En realidad la actualizaron, otorgándole
otro sentido más útil y funcional:
El prójimo no importa, todos somos libres
y él también: que se haga cargo de su fracaso
como prójimo y no se convierta en obstáculo
para nuestro libre desarrollo.
La solidaridad ya fracasó, es cosa del pasado.
Nadie quiere volver al pasado, y mucho menos
volver a fracasar.
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