(Horacio Ruminal)
Ella me pedía fuego.
Acerqué el encendedor
a su boca, pero algo no funcionaba.
No sé si había viento, estábamos
afuera. Después de varios intentos,
supuse que me estaba quedando sin
piedra.
Probé encender mi cigarrillo, protegiendo
con la otra mano, y ahí prendió. Pero sí,
noté esa aspereza que se siente en el dedo
cuando la piedra está por consumirse.
Le ofrecí mi cigarrillo para que prendiera
el suyo y mientras observaba ese contacto,
no desprovisto de erotismo con un poco
de imaginación, otra dama me pedía un
cigarrillo.
En mis sueños se fuma bastante. Sí, no hay
prohibiciones ni sectores permitidos y
restringidos; somos laxos en ese sentido.
Ahora iba a fumar, pero tuve que buscar
otro encendedor: era la piedra, dijo basta.
Hay que creer en los sueños, el inconsciente
sabe más que uno, y suele avisarnos, tal vez
más de lo que percibimos.
No sé quién es ella: Ahora no estaba,
ni me pedía nada; acaso ya haya hecho
su parte.
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