(Elpidio Lamela) *
-Ud. tiene una frase un tanto ambigua…
-Bueno, tengo varias. Mis frases más
felices son las ambiguas.
-Me refiero a una en particular, que suele
repetir: Los intereses son inseparables.
-Sí, es correcto.
-Los intereses en función de sujeto, resaltan
la falta del objeto directo. Lo entiendo como
incompletud, falta un término: inseparables
de qué, de quién, se pregunta el lector.
-Lo dejo a su criterio. Mis frases suelen ser
abiertas, para que el lector las pueda completar.
La incompletud es propia del sujeto, y a mi me
interesa ofrecer distintas lecturas, dando lugar
a la elección del receptor. Nunca soy pontificante
ni taxativo.
-Entiendo, pero sin el objeto directo el lector
puede sentirse desamparado y solo. Tal vez
sin voluntad de pensar tanto pierde el interés.
-El interés es algo que se pierde. Una interpretación:
Los intereses son inseparables entre sí, cualquiera
de ellos está vinculado a otro, y éste a otro formando
una cadena que nunca suelta al sujeto.
-¿A eso se refiere cuando habla de la cadena de valor?
-Bueno, es más amplio, pero en un sentido último sí:
No hay valor sin interés, ni interés sin valor.
-¿No cree en las relaciones desinteresadas?
-No, alguna vez creí, pero fui perdiendo el interés.
-Pero le asigna algún valor a la palabra, en tanto escribe.
-Las palabras no tienen ningún valor cuando no responden
a un interés. Un buen ejemplo es la poesía, que carece de
valor de cambio y sólo circula entre un grupo reducido, que
suelen ser los mismos que la escriben.
-También afirmó que no le interesa lo que escriben los otros.
-Sí, procuro ser sincero; si no lo fuera escribiría narrativa.
Pero no, nunca se me ocurriría escribir una novela, por
ejemplo. A Borges tampòco, tengo entendido.
-¿Se compara con Borges?
-No, no me interesa lo que escriben los otros, como
dije.
Eso es bastante extraño. Toda la cultura existente
abreva en la apropiación: Uno recoge lo que ya existe, ya
sea para desarrollarlo, cuestionarlo, imitarlo, o lisamente
copiarlo…
-Sí, asi funciona, y conocemos el resultado. No es algo
que valga la pena reproducir.
-Aún así, convengamos que usted no podría escribir lo que
escribe, ni ser lo que es, sin toda esa cultura que lo precede
y lo rodea.
-Es verdad, estamos rodeados, y no podemos hacer mucho
ni aspirar a ser originales. Por eso es que no me interesa lo
que escriben los otros, como tampoco lo que escribo yo.
-¿Y por qué escribe, entonces?
-No lo sé, tal vez por no tener otros intereses.
***
(*) Entrevista al poeta Tomás Lovano
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