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domingo, 7 de julio de 2024

El arte de la mesura

 

(Aquino Lamas)

 

Su arte abrevaba en la mesura.

Como el agrimensor, que ante la visión

de un paisaje mide en su mente

y calcula sus medidas.


Había desarrollado tanto este recurso

poético, que podía precisar al instante

el número de sílabas emitidas por su

interlocutor, sin importar la extensión

del discurso ni la cantidad de oraciones.


Más que escuchar, leía lo que oía,

más que leer, dividía:  Todo discurso

se descompone, afirmaba, y era tan

tan minucioso al oir como al escribir:


Entre meticuloso y minucioso

sólo hay la diferencia de una sílaba.

 

Él ni necesitaba pensarlo para elegir

la que se ajustara a su métrica. Tanto

al hablar como al escribir y al pensar:

Para pensar, prefería el heptasílabo.


Pensemos que nada es excesivo para

el arte, entendido como disciplina.

Para ser rigurosos, los más disciplinados

suelen ser reconocidos.


Conocemos que el arte, el rigor

y la personalidad obsesiva hacen un

buen maridaje o mantienen una

relación promiscua.


Contar palabras, sílabas y letras

es un trabajo que no siempre se aprecia

en su justa medida.


Pero quien cultiva el arte de la mesura

sabe que no hay ninguna medida justa,

cree en su arte monótono y actúa de oficio:


Mide sus palabras, a sabiendas

que la carne es triste y lo que no

se puede medir no existe, o bien

es puro vicio.


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