(Aparicio Custom)
Fracasé como provocador,
tal vez mi prédica fue demasiado
revulsiva o disruptiva y no fue
entendida, o se malinterpretó.
Como agitador, uno espera obtener
otra reacción.
Acaso el exceso de contenido
emotivo, de elaboración y de
profundidad en mis mensajes,
hayan conspirado contra el sano
propósito de despertar a los
durmientes y revelarles aquello
que la realidad les oculta.
Es cierto que la verdad cruda y
descarnada suele provocar rechazo
entre quienes más la padecen:
El verdadero provocador debe apelar
a los recursos retóricos adecuados
para vencerlo y evitar el error no
forzado.
Claro que hay que ser cuidadoso:
Si nos excedemos en el uso
de artificios semánticos y recursos
retóricos demasiado elaborados,
la gente común no entenderá mucho
y la provocación pasará inadvertida.
En la vida, siempre hay cosas que
nos pasan desapercibidas, hasta
incluso fracasos.
Lo mío fue como predicar en el desierto.
O peor: Del desierto nadie espera nada,
sólo sabe crecer.
Pero el fracaso no me detiene; la vocación
está intacta: Fue sólo un problema de
comunicación, todo es cuestión de encontrar
las palabras adecuadas.
El fracaso no me provoca nada.
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