(Florencio Cusenier)
Oíd lo que se oye,
lo audible del aullido registrado,
el ruido encadenado de lo roto.
Oíd lo que se oyó,
el óxido exitoso, su alboroto,
el remanir de las moléculas que
vuelven a sus átomos de origen.
Oíd, el derruir en torno a los excesos
liberados en la acción.
Oíd la rotación disciplinada
de los movimientos inclusivos,
sus anodinos ánodos.
Oíd lo que se yergue
al entonar los trozos excedentes
de lo ayer llorado con éxito.
Oíd las conexiones para que todo
reconvierta: Oíd la reconversión
armada del óxido exitoso:
Oíd lo que se yergue,
estos otrora participios destilando
lágrimas ubérrimas de inoxidable
litio.
Oíd lo que cae, lo que se oye
al caer: Oíd caer cada cadáver
exitoso de sonido extinto, casi
sagrado.
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