(Amílcar Ámbanos)
El poema es un viaje de ida,
Aída, entrás ahí, das lo que
tenías o creías tener y lo
olvidás sin más:
No hay nada que esperar,
el viaje concluyó y ya es
parte del olvido.
El poema es un viaje de ida,
como el amor: sea a un Dios
o a un cuerpo cualesquiera dado,
hay muchos.
Hay muchos poemas, también,
que van y vienen antes de ser
olvidados como Dios manda.
Los mandatos divinos suelen
cumplirse, más allá de nuestro
amor a Dios, que nunca es tan
infinito como el Suyo, para el
que cree en el infinito.
Todos creemos en algo, aunque
no sea tan pretencioso. Para
escribir un poema hay que creer,
al menos en la palabra, que como
objeto de fe es ciertamente dudoso.
Los poetas son como ángeles caídos,
Aída, que siempre se levantan para
volver a caer y no escarmientan.
El poema es un viaje de ida,
decía un viejo sin retorno.
Un viejo no tiene mucho para
dar, pero puede decir cualquier
cosa, más aún si es poeta.
Ellos tienen otras aspiraciones,
como los poemas hasta poco antes
de ser olvidados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario