(Amílcar Ámbanos)
Sólo avanzan y triunfan, quienes
son capaces de concentrarse en
el centro de lo útil, más allá de las
circunstancias ocasionales y otras
cuestiones periféricas.
Buscan incrementar la utilidad de
todo, así como de aquellos que los
rodean, e incluso de sí mismos.
Aprovechan todos sus recursos
para producir más utilidad, no
descartan nada que pueda resultarles
útil para alcanzar sus metas y lograr
lo que se proponen.
Sólo entablan relaciones útiles
y saben cómo volverse necesarios.
Su éxito consiste en abrazar la utilidad
parejo y sin fisuras, priorizando las
nociones útiles para aprovechar todo el
volumen de su vida útil.
Siempre aspiran a más, saben que el
éxito es cuestión de tiempo, y no se
detienen cuando lo alcanzan:
Van por más, saben que no existe un
éxito definitivo y su propia condición
efímera los impulsa a superarse:
No hay nada que no pueda superarse
con voluntad de concentrarse en lo
verdaderamente útil: el éxito.
El éxito no puede ser más útil, sólo
es necesario conocer su fórmula y
repetir la aplicación, como cualquier
otra función.
¿Cuál es la función del éxito?
En principio, estimular la repetición:
Todas nuestras funciones abrevan en
ella, y es mejor ser funcional.
Necesidad y utilidad son dos caras
de la misma moneda: Los útiles
siempre son necesarios.
Dios lo sabe, aunque no necesita,
ni aspira a ser más útil de lo que
siempre fue.
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