(Elpidio Lamela)
La palabra sana,
sea como verbo o adjetivo
la palabra sana.
Incluso como sustantivo mántrico.
Somos semánticos por naturaleza,
todo cuanto somos y podemos ser
o desear, está ahí.
La administración de palabras sanas
mejora la tonalidad emotiva del cuerpo
semántico.
La palabra sana, tanto como enferma:
Uno elige las palabras que toma :
Los sanos no trafican con nociones
nocivas ni vocablos dudosos.
La salud del cuerpo semántico
se refleja en la elección de las palabras
que nos expresan como sujetos
de intercambio:
Todo cuerpo es un significante.
Desde el Orden Simbólico que nos
suscribe, cada uno arma su propia
sintaxis, a imagen semejanza del
mundo que nos emitió.
II
La historia humana, tiene su propia
sintaxis. Tal vez existan otras, pero
no nos interesan: Entendemos que
somos la criatura más interesante de
este mundo.
La palabra marcó el comienzo
de nuestra verdadera historia:
Antes de poseerla, sólo éramos
animales.
Nunca volveremos a serlo: la historia,
y la vida, son cosas que no tienen
retorno.
No los despreciamos, aunque sólo nos
interesan según su utilidad: ésto es lo
único que ha perseguido el hombre
a lo largo de su historia, y es sólo una
palabra.
¿Alguien pudo haber inventado algo
más útil?
Con la palabra, no sólo aprendimos a
producir conocimiento. Con la palabra
se persuade, se convence, se catequiza,
evangeliza y coloniza.
Le debemos la religión, la ciencia, la
literatura, la filosofía y la poesía.
¿Qué más se le puede pedir?
¿Sería sensato pedirle que sane?
No lo sabemos, pero no hay animales
psicóticos, esquizofrénicos, bipolares
o autistas: No existe la locura por
fuera del lenguaje.
Es razonable esperar que la palabra
que nos enfermó, también nos sane.
Es cuestión de fe, algo que sólo es
posible con la palabra.
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