(Remigio Remington)
A la entrada del desierto
me encontré un pescado muerto:
¿Pagaría por sus pecados
o pecaba de inocente?
¿Fue una muerte natural, había
prueba suficiente?
No me fié: Siempre supe desconfiar
de lo natural ¿Quién puede estar
seguro de una muerte natural?
La muerte es la única certeza,
natural es sólo un adjetivo
y soy desconfiado por naturaleza:
No creo en los adjetivos naturales.
No estaba tan errado al dudar:
Todavía muerto, el pescado me miraba,
me miraba de soslayo (no era falsa mi
sospecha) con su único ojo tuerto.
Habrá muerto de sed, o bien se habrá
deshidratado: me dije para mi.
-No se engañe, forastero (me había oído,
su muerte era reciente o bien la resistía:
era reticente, resistente, resiliente: todavía
estaba frío al tocarlo)
-No me toque que me excito, y no es
agradable excitarse en plena muerte.
No soy de aquí, no sé cómo llegué a
estas playas. Creo que bebí de más, no
recuerdo: una noche de desenfreno, Ud.
sabe…
-No sé mucho de peces, no soy de pescar.
-Yo tampoco, del pez que fuí sólo queda
un participio pasado, una extensión inútil.
Todo se expande hacia el pasado cuando se
pierde la pasión. Creo que me excedí…
-Casi todo exceso es pecado; luego hay
que pagar.
-No, creo que no entendió: Ni la disipasión,
el descontrol del goce y la pasión, con sus
múltiples orgasmos son culpables. Lo que
me mató fue el pleonasmo.
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