(Dudamel Rambler)
Lo que no sé
era el título del poema
en el que trabajaba.
Con alguna vacilación,
pero confiando en mis recursos
naturales, avanzaba a un ritmo
aceptable y bastante llevadero.
Y mientras lo veía ir cobrando
forma, destilaba dudas y certezas
que llevaban a otras, en una
especie de asociación dichosa o
útil para la necesidad de encadenar
que hace al poema.
Libre asociación que alimentaba
el crecimiento del poema. Pero:
¿Estaba bien que creciera?
¿Crecía o se inflamaba? ¿o es lo mismo?
No importaba, podía seguir creciendo
en forma autónoma. Pensé en el mundo
y me detuve: él no se detiene.
Al nombrarlo, hay sensaciones encontradas.
En una, aparece como algo ajeno, que nos
excede aunque nos contiene. Pero en la otra,
el mundo somos nosotros, y lo que hicimos
con él, el mundo humano: el lugar donde
moramos y morimos.
El poema es un mundo, que brota desde
éste y sólo existe en él, aquí.
Y ahí creció mi sospecha: El crecimiento
indefinido del poema estaba remedando
al mundo en su modo de producción.
No sabía adónde llegaría, pero parecía poder
extenderse sin fin, mientras las condiciones
naturales lo permitieran.
No sé, reflexioné sin contradicción
cuando se hacía la noche: En la noche,
cargamos con todo aquello que no pudo
resolver el día.
El error estaba arriba, en el título,
demasiado ambicioso: Todo lo que no sé,
no puede caber en un poema, en ninguno.
La sensatez natural, me decía que había que
moderar las aspiraciones y elegir un título
más humilde y apropiado:
Por ejemplo, todo lo que sé, aunque el poema
quedara reducido a una mínima expresión.. .
No me convenció, hay muchas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario