(Manuel Santos Lupanares)
Si no fuese por el amor
el mundo sería un tembladeral
empantanado, sin que nadie
supiera dónde está parado.
El canto no tendría razón:
¿Con qué sentido cantarle a los planetas
y sus órbitas decrépitas de tanto repetirse?
¿Algún trasnochado le cantaría a la luna
si no fuéramos el planeta del amor?
¿Qué aspiraciones cabría emitir, sin una
épica propia que recuerde nuestra historia,
diferente a todas y amasada con amor?
Sólo tendría lugar el odio, ¿o ni eso?
Si no fuese por el amor, el mundo sería
un campo de batalla, una pura competencia
sin resolución, ni sentido.
Sí, no sólo el amor nos mueve, hay otros
intereses en juego, pero todos se vinculan
o tributan, de algún modo, al amor.
El amor a la acumulación es histórico,
y ha producido grandes obras y fortunas.
El amor es expansión, sentido en desarrollo
y voluntad superadora ¿O no observamos y
gozamos su evolución?
Tiene una historia rica, el amor. Hace miles
de años que venimos cantándole, aunque no
es el mismo de otros tiempos, el canto.
Nunca es el mismo, el amor, como ningún
recurso natural. Pero hemos acumulado
cantos de amor en cantidad suficiente.
El canto acumulado no será renegociado,
aunque puede ser aprovechado como recurso
para producir otros cantos, adaptados a las
aspiraciones de hoy, con otras aplicaciones.
No somos los mismos que cantábamos antes,
ni somos lo que cantamos: Ahora hay otros
intereses entre los sujetos vivos, sean hijos
del amor o no.
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