(Elpidio Lamela)
Mirá
lo que hago con ésto,
dijo
el Padre, y arrojó al fuego
su
poema.
El
hijo lo aceptó sin entender.
Hay
bastantes cosas que los padres
hacen
y los hijos no entienden:
Un
hijo no tiene mucho que entender,
no
se puede exigir que entienda todo:
Es
hijo, no padre; no hay paridad, ni
es
un igual. Nadie es igual.
Debe
aceptarlo como lo que es,
algo
natural para la continuidad
de
todo lo que no se entiende.
Ya
vas a entender: El padre sabe
que
la función del padre es enseñar
a
aceptar.
El
entendimiento, es una etapa posterior,
pero
la incorporación de la aceptación
(el
desarrollo de esta capacidad), expresa
el
exíto de la enseñanza, y del Padre.
El
acto de vincular con el fuego
al
poema de su hijo, debe leerse
como
pedagógico:
Es
una metáfora pura que refleja
y
sintetiza la relación del Ser con
el
fuego, de la combustión con el
poema,
que no son distintos en esencia.
El
Padre sabe que el hijo no entiende,
y
que hay cosas que no podría entender
con
palabras e incluso hay algunas
que
nunca entenderá.
No
necesitó leer el poema para saberlo
merecedor
del fuego: Nada emitido por
alguien
que no haya vivido lo suficiente
tiene
algún valor, aunque sea hijo de Dios
El
fuego purifica todo, y lo convierte
en
calor para que volvamos a empezar.
El
hijo observa el fuego, la perfecta
combustión
del poema y aprende la
lección
del Padre:
No
hagas nada que pueda ser consumido
por
el fuego, aunque no lo merezca.
A
la sombra del Padre, y el reflejo de su
Luz
Divina, como el fuego de su Pasión
Eterna,
el hijo aprenderá a no hacer cosas
inútiles
para el Orden Sobrenatural.
Dios
es un buen padre, incluso el mejor
y
no necesita poemas: No los hace
(aunque
si quisiera, los haría mejores
que
ninguno)
El
verdadero padre, educa también
con
el ejemplo.