(Wilmar Bordenave)
La unidad está en riesgo.
La división política del mapa
planetario no fue suficiente
para consolidar la unidad
de la raza humana.
Tampoco la división del trabajo,
cuyas ventajas no podemos negar,
ni la conquista de la división en
clases, contribuyeron a ese fin
deseado por todos.
Se hace difícil sostener un deseo
común, aceptando la libertad de
culto, que facilita la proliferación
de distintas religiones, que apuestan
a la división y subdivisión.
No es extraño que, en esas condiciones,
surjan nuevas sectas y se multipliquen
las opciones de género en diversidades
que ya no caben en ninguna sigla.
Nadie duda de que somos una especie
superior a todo lo conocido y, como tal
cultivamos la diversidad y aceptamos
lasz disidencias, privilegiando la pluralidad
de opiniones que tanto nos enriquece.
Pero ¿Es correcto aceptar todo?
El horizonte es incierto para muchos
de nosotros, adultos mayores con ciertas
dificultades de adaptación, que asistimos
con perplejidad a las nuevas tendencias,
como la globalización del terraplanismo.
La unidad está en riesgo, creemos.
Tal vez, siempre lo estuvo, pero perderla
sería desalentador para las generaciones
venideras:
Cuánto más nos alejemos de la unidad,
más difícil será identificar al enemigo
común.
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