(Tomás Lovano)
Las cuentas claras
conservan la prolijidad
en equilibrio.
Te cuento: el equilibrio
es funcional a unos y otros,
es decir a todos, si hacemos
un balance.
Todos deseamos ese equilibrio
reluciente, digamos transparente.
Hablemos de mi, dice el equilibrio.
¿Nos emparenta lo transparente
de ese equilibrio?
¿O sólo nos hermana un poco
su búsqueda incipìente, o bien
las formas de buscarlo?
¿Qué es lo que más nos asemeja?
Acá me perdí, no es nada.
Ni te cuento que hay un equilibrio
deseable, por decir, y otros más
dudosos.
Para ser más prolijos, todos deseamos
lo que podemos, dentro de un equilibrio
amigable.
Pero así como te digo una cosa
te digo la otra: El equilibrio no se
emite, sólo emitimos deseos, algunos
incluso son contrarios al equilibrio.
Otros no, hasta podrían ser indiferentes
al goce del equilibrio: digamos algo del
goce para no aburrir al equilibrio que
supimos obtener.
Claro que el goce sabe contradecir
al equilibrio, y ahí tambaleamos
todos como criaturas vacilantes.
Pero después nos recuperamos
y volvemos a gozar de equilibrio.
En fin, no andemos con vueltas
y digámoslo de una buena vez:
El equilibrio no cumple ninguna función,
es sólo una condición para que todo ésto
funcione, no se sabe para qué: No sé
si me explico.
Sabemos que es útil y que las cuentas
claras conservan la prolijidad, una
propiedad idéntica a sí misma
y que bien administrada tiende a cero,
como todo el mundo.
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