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lunes, 7 de julio de 2025

Nombres propios más propicios

 

(Senecio Loserman)

 

Los padres acuerdan el nombre

de su hijo o hija, en su defecto.


Así ha sido siempre en nuestra

cultura. Las otras, no son muy

distintas.


A veces, no hay acuerdo.

Entonces, se negocia apurar

la llegada de otro hijo, para

ejercer el derecho de nombrar.


Con equidad, los deseos se cumplen

para que cada hijo tenga el nombre

que merece.


¿Es justo tener que portar algo tan

significativo, sin haberlo elegido?


Todo indica que sí; no hay muchas

quejas. Es una tradición cultural, y

sabemos que las tradiciones no

se cuestionan, son para repetir.


Por lo común, estos hijos también

se reproducen, y ahí encuentran la

oportunidad de reparar la injusticia,

imponiendo su propio deseo. 


Ese nombre, que acaso hubieran

deseado para sí.


Hay quienes acaban identificándose

y encariñándose con el nombre recibido,

y lo reeditan en el hijo:


Los deseos no suelen heredarse,

pero los nombres pueden hacerlo

en forma indefinida.


Es bastante frecuente, tener hijos

para prolongar ese nombre no elegido,

como un deseo heredado.

 

Cargar con algo no deseado

puede parecer injusto, pero tampoco

es tan grave:  No es lo único, y es sólo

una carga temporal. 


Yo tenía dudas con mi nombre,

no sé si es el que hubiera elegido

para mi.


Ante la duda, mi hijo lleva el nombre de

mi padre.

 

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