(Eva Evans)
La continuidad del mundo
tal como lo conocemos, puede
peligrar.
Hay suficientes indicios de que
si no producimos cambios
significativos en nuestra forma
de vida, el colapso será inevitable
y acaso irreversible.
El mundo no es ajeno a la actividad
humana, cuyo impacto pone en riesgo
las condiciones de habitabilidad del
planeta.
Afortunadamente, la producción de
conocimiento no se detiene: Junto
al resto de las actividades productivas,
es lo que nos ha elevado sobre todas
las especies animales.
Por cierto, cada vez dependemos más
del conocimiento. Las sociedades más
desarrolladas y poderosas, apuestan a
las industrias del conocimiento como
una buena inversión para sostener su
liderazgo.
¿Tenemos los líderes que necesitamos?
¿Necesitamos más?
¿Necesitamos menos?
¿Necesitamos otros?
No disponemos de una respuesta precisa
o taxativa, pero la producción de líderes
es uno de los rubros más dudosos.
II
La continuidad del mundo está en peligro.
Todo indica que no podemos hacer mucho:
El mundo carece de sensibilidad, no tiene
inteligencia como para valorar todo nuestro
aporte y defenderlo como nosotros defendemos
nuestros valores.
El mundo, es más bien pasivo como sujeto.
No produce nada por sí mismo. Apenas si
reproduce las condiciones de reproducción
de especies e individuos .
Algunos son organismos claramente
innecesarios que mayormente no producen
nada.
En rigor, sólo nosotros producimos: Toda
la producción del mundo está en nuestras
manos.
Un patrimonio invalorable, sin el cual
el mundo luciría casi igual que hace
millones de años: sin desarrollo, sin
cultura y sumido en un atraso crónico
y estremecedor.
¿Quién podría liderar la evolución
y hacer la historia, o escribirla
sin nosotros?
¿Qué sería de todos nuestros recursos
naturales desaprovechados?
¿Qué sentido tendría la vida, sin
el irreemplazable capital humano?
¿Valdría la pena esa vida?
¿Para qué serviría el mundo?
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