(Ricardo Mansoler)
El poema perfecto lo resiste todo,
hasta la lectura más injusta.
Desconoce el valor de la perfección,
no se sabe perfecto ni aspira a serlo:
No aspira a superarse ni superar nada.
Es un poema sin ningún valor:
La perfección, como la belleza
son completamente inútiles.
La ventaja de la falta de valor
es que cualquiera puede atribuirle
el que desee, pero no se le puede
agregar valor.
Buscar la perfección es como
aspirar al fracaso; nadie lo hace,
no es razonable ni sensato.
Sólo el poema puede resistir ciertas
leyes y mandatos de la actividad
humana:
Permanece ajeno, no evalúa los riesgos
del error, ni costo y utilidades. Se acoge
al beneficio de la duda.
Quien busca la perfección, no puede
sino fracasar o hacer poemas.
El poema perfecto no existe, (la perfección
es propia del orden divino) y si existiera,
no atraería el interés de los críticos, ni de
los lectores de poemas.
Pero hay poemas que se le acercan, la rozan
y se elevan sin resistencia, perfectamente
inútiles, como un dios en ejercicio.
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