(Senecio Loserman)
Hoy es una mañana estelar,
Estela, al este y al oeste
no llueve pero lloverá, tarde
o temprano; ya vas a ver.
Y cuando todo sea pecado y
lluevan peces reinará el amor,
como Dios manda.
¿Estamos cumpliendo a rajatabla
el mandato divino?
No sé, mañana hablamos, o pasado.
No dejemos pasar esta oportunidad,
Estela.
¿Te acordás cuando íbamos juntos
a la escuela, vos con tus monjas y yo
con los pecadores linderos?
Eran unas cuadras largas, después
del colectivo. Yo te esperaba en la
parada.
Qué lindo, Estela; no pasaba nada
pero todos los de quinto me envidiaban:
¿Cómo hizo este infeliz, que encima es
nuevo?
Te tenían en la mira, Estela; eras la más
linda, seguro lo sabías.
¿Te acordás cuando te invité a ratearnos
juntos, en medio del camino una mañana?
No, claro. Me dijiste que no, ese día no,
otra vez sería. Pudo haber habido otra vez,
pero no hubo. Hubiéramos ido a ese café
tan pretencioso que veíamos al bajar del
colectivo.
Era el mejor del barrio, si no el único
y tenía cierta intimidad. Ahí te hubiera
contado mi vida en cinco minutos, que
hubieran sido eternos, como la vida
misma ¿o no?
Después no sé, no importa. Mirá qué memoria
la mía, Estela, recordar esa mañana estelar o
casi, en una como ésta…
Tantos años, si te tuviera que contar mi vida,
ahora me llevaría casi el doble de tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario