(Horacio Ruminal)
Empuñar es fácil:
sólo se necesita un puño
y algún objeto empuñable,
que no faltan.
El puño se obtiene a partir
de una mano con el pulgar
oponible: Basta cerrarla y
el puño aparece sin más trámite.
Somos pocos los animales que
gozamos de esta disposición
ventajosa, que multiplica en forma
prodigiosa la utilidad de manos y
miembros.
Un don esencial, que nos reconoce
como miembros superiores entre
tanto organismo vivo intrascendente.
Objetos empuñables hay de sobra,
por fortuna; la mayoría producidos
por nosotros, que somos también los
únicos en producir objetos, gracias
al pulgar oponible.
II
Hay tres formas de armar un puño:
el pulgar por fuera, por dentro o por
arriba. Pero la correcta es la primera:
es el puño más fuerte, es decir útil,
que usamos para pegar trompadas o
golpear la mesa.
Al pulgar le debemos casi todo, desde
cuando sólo conocíamos su función
para matarnos las pulgas uno al otro:
lo que desarrolló nuestra solidaridad
superior y le dio su nombre.
Pero para llegar a la abundancia de este
presente, con sus dispositivos cada vez
más sofisticados que nos permiten acceder
al goce de la cultura digital y sus valores,
hubo que empezar de abajo:
Empuñando palos, piedras, hasta poder
producir nuestras propias armas, una
industria siempre floreciente, que ha
marcado nuestro ritmo evolutivo.
III
A lo largo de la vida, todos hemos
aprendido a empuñar y manipular
distintos objetos como algo natural,
con mayor o menor fortuna.
Esta experiencia nos hizo desarrollar
habilidades, superarnos y crecer como
seres inteligentes: Ahora empuñamos
nuestros móviles, e intercambiamos
todo tipo de experiencias desde nuestras
propias pantallas.
Sabemos que todo está ahí, al alcance de
un dedo: la vida está en nuestras manos
y hay aplicaciones disponibles para todo:
Hasta al amor se puede acceder desde este
objeto pequeño como un puño, pero con
más prestaciones.
No olvidemos al pulgar y su apariencia
humilde: empuñar es fácil, pero sin él
yo no podría sostener esta lapicera, que
empuño con toda naturalidad, a sabiendas
que mi manufactura es un anacronismo.
No olvidemos que nuestro puño es único,
y acaso sea lo que define la condición
humana.
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